Trayectoria. La historia de una casualidad
El destino tuvo la culpa. Mario Cortés
había ido forjando una sólida carrera internacional como guitarrista
de acompañamiento junto a figuras del baile como Carmen Cortés o
Manuela Carrasco; y primeros nombres del cante como Camarón, Chocolate,
José Menese o Fernanda de Utrera. Pero, por "pura casualidad",
se vio lijando maderas en el balcón de su casa. "Y es cierto que en
esta vida nunca se sabe el destino que vas a tener, ni dónde te va a conducir,
ni cómo vas a llegar al final, cuando tu vocación y tu profesión
es guitarrista".
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El giro lo marcó el capricho de su
hijo Marvin allá por el año 1993. "Estaba ensayando con mi
cuñado Gerardo Núñez y me llevé al niño, que
entonces tenía unos catorce años, porque a él le gusta muchísimo
la percusión e iban a estar con nosotros Rubem Dantas y José Antonio
Galicia. Cuando salimos del ensayo me pidió que le hiciera un cajón
y le respondí que le daba el dinero para que se comprara el mejor cajón
que hubiera. Y el niño insistiendo, que le hacía ilusión
que se lo hiciera... Y yo ni sabía cómo se hacía un cajón,
ni había visto cajones más que por fuera cuando me acompañaban,
ni nada". Mario Cortés se olvidó de la petición del
chaval hasta que, al salir del ensayo del día siguiente, se le cruzó
en su camino un contenedor con un tablero. Sin decirle nada, se lo llevó
a casa, compró un serrucho y se puso manos a la obra: "Empecé
a cortar la madera, aglomerado de por lo menos dieciséis milímetros,
y el cajón salía todo daleado, eso no salía recto ni a tiros.
Me dibujé más o menos el cajón, la medida no la sabía,
pero me senté en una silla, como el chaval es alto… Y luego, ¿cómo
iba a hacer el agujero?".
Y fue saltando escollos sobre la marcha. "Me
hice con una sierra más delgadita porque así podía doblarla
y el agujero salió, menos redondo, de cualquier forma". Había
entonces que ponerse a ensamblar piezas... "Ni siquiera lo encolé,
eran maderas tan gordas que le puse tornillos por todos lados, lo cuadré
y... me faltaba la tapa. Yo sé que delante era un contrachapado, así
que compré un ocumen de cuatro milímetros y se lo puse. Por ahí
no iba desencaminado, pero lo demás no valía dos pesetas. Como el
cajón era impresentable, compré pintura negra para tapar todos los
defectos y lo pinté entero. Así no se veía tan mal, pero
era una nevera portátil".
Un par de días después, el artesano
principiante volvió a invitar a su hijo al ensayo y le dijo: "Venga,
pues coge ese cajón". Marvin estaba encantado: "Qué bonito,
qué grande". La ilusión era enorme, pues ese cajón se
lo había hecho su padre. "Rubem Dantas y José Antonio Galicia
al verlo, empezaron a decirle que vaya pedazo de cajón, que eso sí
que es un cajón y no la mierda que tenemos nosotros... Yo los miraba y
les decía que se callaran, que lo había hecho yo, que el niño
se iba a creer que se estaban riendo de él". Pero iban en serio. Ambos
percusionistas querían probarlo y así lo hicieron. La conclusión
es que, insistían, "el cajón sonaba bien, mejor que los que
tenían". De hecho, incluso intentaron cambiarle el cajón a
Marvin quien, rotundamente, se negó. El primer encargo estaba ya en curso:
"Rubem y José Antonio me pidieron que les hiciera un cajón
a cada uno porque, según aseguraban, no había cajones buenos".
Mario Cortés aceptó el reto,
empeñado en mejorar la calidad del instrumento. El artesano cuenta que
"ya los hice de ocumen, encolados y decorados con barnices de colores, aunque
aún no había caído en que se podía poner algún
sistema interior. No eran tampoco… pero sonaban mejor". Dantas y Galicia,
"locos de contentos", empezaron a difundir que Mario Cortés hacía
unos cajones "que te mueres". Y, poco a poco, fue recibiendo encargos:
"Cuando iba con mi hermana Carmen me decían ¿por qué
no me haces uno, que te lo compro?. Y yo decía que no, que lo había
hecho porque insistieron". Y los nuevos clientes siguieron el mismo método:
insistir. "Me puse a hacer cajoncillos en el balcón de mi casa, en
un tercero, con un taco y una lija a mano". Como todo el polvo se metía
dentro de la casa y, más concretamente, dentro de los armarios, la aventura
casi le cuesta el abandono forzado del hogar. El boca a boca hizo lo demás...
"Hazme uno, hazme otro… hasta que llegó el momento de plantearme
mejorar radicalmente el instrumento".
Invirtió dinero, tiempo y neuronas
en "investigar cuál era la mejor madera que había para hacer
un buen cajón y probé todos los tipos que pude conseguir".
Entonces, ante la creciente demanda, Mario Cortés ya había automatizado
un poquito el sistema, pues "no podía fabricar cajones yo sólo
con un taco y una lija". Buscó la maquinaria "más cómoda
que existía para poder lijar" y la que no encontró, se la inventó:
"Tuve que hacer un patrón de horma a medida para encolar los cajones,
una horma que me encanta porque es bastante primitiva, pero donde el cajón
encaja perfectamente". Y es un invento que tiene patentado.
Mario Cortés |
Mario Cortés |
Mario Cortés buscaba perfeccionar el
sonido de sus instrumentos artesanos. Y lo logró, por una parte, con la
madera de abedul finlandés, la que considera definitiva para el cajón
flamenco; y, por otra parte, con sistemas de bordones. De este doble descubrimiento
y de la inagotable capacidad creativa que caracteriza a la marca surgieron los
modelos 'Paradisso' y, posteriormente, 'Universe', ambos ya afianzados como piezas
ineludibles no sólo de cuadros flamencos, sino también de bandas
de cualquier género. Del lado flamenco están percusionistas como
Ramón Porrina, Piraña, Antonio Carmona, Chaboli, Cepillo, Bandolero...
y, del otro lado, Tino di Geraldo, Giovani Hidalgo, Raúl Recua, el grupo
de Alejandro Sanz, el grupo de Ricky Martin, el de Chayanne... Y es que, como
afirma Mario Cortés, "aunque lo hemos hecho evolucionar atendiendo
a las exigencias de los músicos del flamenco, el cajón se ha adaptado
al acompañamiento de percusión de cualquier grupo y cualquier estilo
de música. Ya es un instrumento más".
http://www.flamenco-world.com/magazine/webs/mario_cortes/etrayectori.htm
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