Entrevista. Mario Cortés, luthier y guitarrista:
"Yo mismo sé cuándo está de más un cajón"
Silvia Calado Olivo. Madrid, junio de 2003
Ha
sido de los últimos en llegar, pero el más empeñado en ser ineludible.
El cajón ha acompañado en las últimas dos décadas la evolución de la
música flamenca, usándola como trampolín para salpicar otros géneros. Un
nombre va indisolublemente ligado a este instrumento: Mario Cortés. El
guitarrista malagueño se inició como luthier casi por casualidad, sin
tan siquiera intuir que la sonoridad de su instrumento cautivaría a
percusionistas de lo jondo y de lo no jondo internacionalmente. A partir
de su experiencia como músico y como artesano, valora la relación de la
caja de origen peruano con el flamenco, destacando al músico como
responsable del buen o mal avenimiento. ¿Consejos? Todos. A destacar,
éste: "No con tocar más fuerte va a sonar más, ni mejor".
Mario Cortés (Foto Daniel Muñoz) |
¿La música flamenca es la que ha ido definiendo la evolución del cajón?
El
cajón de nuestro taller donde mejor encaja es en el flamenco y, de
hecho, lo hemos hecho evolucionar según las exigencias de los músicos de
este género. Sin embargo, sorprende que, desde que lo comercializo,
también lo compren todos los jazzistas -Tino di Geraldo, entre ellos- y
otros muchos a los que he visto, personalmente, tocando la batería
sentados en el cajón. El cajón es ya un instrumento más de percusión. Sí
es cierto que, vía flamenco, se introdujo en España, por mediación de
Rubem Dantas con Paco de Lucía, pero ha evolucionado tanto la música en
cuanto a la incorporación de todo tipo de instrumentos, que el cajón se
ha adaptado al acompañamiento de percusión de cualquier grupo y
cualquier estilo.
¿Qué ha aportado el cajón a la música flamenca?
El
cajón ha enriquecido el flamenco entre comillas. El cajón es una
maravilla porque tiene un sonido muy bonito para acompañamiento, para
tener una buena base, para que los que bailan, cantan y tocan puedan
seguir un ritmo muy igualado entre todos. El cajón suena muy bien para
el acompañamiento del flamenco y, además, no molesta... siempre que el
percusionista no moleste. Una base de acompañamiento nunca puede hacer
que a los demás no se les oiga. Cada persona tiene su momento. Si te
dejo que improvises porque quiero que se te oiga a ti solo, nos callamos
todos y tocas solo, pero mientras estamos todos y más con la guitarra,
que es una cosa tan sensible, lo que haces es molestar porque tapas la
música. La clave está en el músico no el instrumento. El cajón yo creo
que es un instrumento de acompañamiento muy bueno, no sólo por marcar la
velocidad, por tener una claqueta, sino porque es bonito. Creo que con
el cajón y las palmas, un cuadro suena estupendamente. De hecho, el
cajón ya es un elemento más del cuadro, todo el mundo lo tiene.
¿Qué músicos han usado el cajón con más tacto? ¿Quién ha hecho mayor labor de contagio?
Además
de Rubem Dantas, que fue pionero hace ya veinte años, Antonio Carmona
-vocalista de Ketama- era el monstruo más grande de todos los tiempos.
Antes de que existiera su grupo era cajonero. Ha venido con mi grupo,
Adonay, a Finlandia, acompañando con su cajón. Y hoy en día no dejan de
llamarlo músicos como Paco de Lucía para que meta percusiones. Después
están Ramón Porrina y sus hermanos Piraña y Sabú, Tino di Geraldo, Luis
Dulzaides... También tocan mis cajones Giovanni Hidalgo, Raúl Recua -que
va con Carlos Santana-, los dos percusionistas que van con Chayanne,
que vinieron personalmente al taller a comprarme los cajones, lo lleva
Alejandro Sanz en su unplugged... y muchísimos más.
¿Por qué el cajón aún no es bien aceptado por los sectores más ortodoxos del flamenco?
Hay
que estar de parte de todos. A mí me gusta el flamenco puro, del que ya
poco queda, el de la época de Bernarda, Fernanda, Terremoto, Mairena...
todos esos fenómenos tan grandes. Pero, gracias a dios, no nos hemos
quedado ahí. Si no fuera por la evolución de Paco de Lucía, que
revolucionó el mundo entero con la guitarra flamenca, no habría esos
monstruos que hay hoy en día, con esa técnica y esa vitalidad con la que
se está tocando. Y el que diga lo contrario, miente. Suele ocurrir que,
precisamente, quien menos sabe, quien debería callarse y aprender, es
quien se las da de entendido. No se puede juzgar a los músicos ni
compararlos, pues siempre hay algo en cualquier músico que te llega al
alma, por muy malo que sea. Siempre.
Respecto
a la percusión, la cuestión es muy sencilla. ¿Tú con quién tocas? Yo
voy acompañando a Gerardo Núñez. Pues es lo que tú mismo has dicho, vas
acompañando, ¿no? Pues limítate a acompañar. No hay más. Puede haber
gente a la que no le guste el cajón en un cuadro y ya lo descalifica. Yo
mismo sé cuándo está de más un cajón en según qué temas. Y digo esto
cuando podría decir lo contrario a mi favor, pues cuanto más toquen el
cajón más vendo yo. Pero no se trata de eso. Yo soy músico. Hago cajones
porque al final me gustó fabricarlos. Pero opino y pido que, por favor,
cuando toquéis el cajón tened en cuenta que no con tocar más fuerte va a
sonar más ni mejor, lo que va a hacer es molestar. Un cajón suena
bonito y limpio y es un instrumento precioso para saberlo tocar. Antes
de opinar, hay que aprender y cuando ya se sabe, hay que limitarse a,
según lo que se escucha, acompañar en esa postura, en esa densidad de
volumen... sólo entonces estará en su sitio un cajón.
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