Los primeros maestros
Pronto se hizo con el ‘nuevo’ instrumento Antonio Carmona -vocalista del grupo Ketama- quien, si para Soler es “uno de los mejores”, para Paco de Lucía es “el mejor”. El dato curioso es que el primer cajón que grabó fue el de Rubem Dantas. Por entonces Ketama estaba dando sus primeros pasos, con trabajos como ‘Ketama’, ‘La pipa de kif’ y ‘Songhai’, en el que se hermanaban el flamenco y la kora africana de Toumani Diabate. La aportación de Antonio Carmona como percusionista ha quedado registrada en obras como ‘Barrio negro’ de Tomatito, ‘Negra, si tú supieras’ de Enrique Morente, ‘Mi tiempo’ de Rafael Riqueni, ‘Luzía’ de Paco de Lucía, ‘De mi corazón al aire’ de Vicente Amigo...
Jose Antonio Galicia "El Gali" |
José
Antonio Galicia, que fue pionero en la incorporación
de la batería al flamenco -sirva como prueba ‘La
leyenda del tiempo’ de Camarón-, también
apreció la idoneidad del hijo adoptivo que venía
de allende los mares. Formaba parte de Dolores, la banda de
la que echó mano Paco de Lucía, pero estaba
entonces “enganchadísmo” a la batería
y, por problemas de trasporte y sonorización, no fue
a las giras del sexteto. El cajón iría entrando
en su repertorio de instrumentos pasada la fiebre de las baquetas,
marcando el compás a flamencos como Carmen Linares,
Cañizares, Antonio Canales, Gerardo Núñez,
El Indio Gitano...
La entrevista
que ofreció a Flamenco-world.com poco antes de fallecer
en septiembre de 2003 está plagada de reflexiones sobre
el papel que juega el cajón (y la percusión
en general) en el flamenco. El músico siempre tuvo
presente que “el flamenco por sí solo es percusión”,
pero con la incorporación del cajón “se
ha ido produciendo una evolución conjunta de todos
los instrumentos”. Y si a los bailaores les da “motivación”,
a los guitarristas los ha ayudado a liberarse, pues “gracias
a la percusión que le da base, la guitarra ha podido
hacer cosas armónicas más abiertas, flotar,
pues al volver la percusión siempre está esperando”.
¿Cuál es el lugar del cajón? En opinión
de El Gali, como le llaman cariñosamente sus compañeros,
“tienes que tocar muy bajito: los pies por encima de
la percusión, la guitarra en medio sosteniéndolo
todo y tú ahí abajito, abajito, hasta que haga
falta meterle caña porque se precisen esos nervios
o esa agresividad que da la percusión cuando la atacas
con fuerza. Y eso le da mucha motivación a los bailaores
y a los músicos para hacer cosas diferentes, para ir
cambiando”.
Tino di Geraldo |
También Tino
di Geraldo es de los que piensan que “la percusión
tiene que ser una ayuda y un soporte, pero nunca lo contrario”.
Entró en el flamenco por casualidad procedente del
rock. El primer cajón que grabó fue el que suena
en ‘Tauromagia’ de Manolo Sanlúcar, encargado
por el guitarrista a un carpintero de Sanlúcar de Barrameda.
Desde entonces, se ha convertido casi en imprescindible. Participa
en la discografía de artistas de la talla de Camarón,
Paco de Lucía, Enrique Morente y Vicente Amigo, entre
otros muchos. A pesar de que ya va para la treintena, señala
que “el cajón sigue siendo nuevo para muchos
músicos. Yo estoy por ahí tocando y me preguntan:
“¿Eso que es?”. Y, sin embargo, en flamenco
muchas veces es: “Otra vez, no”. Son como caprichos,
pero al final lo que importa es el soniquete, el compás.
Y eso lo puedes hacer con un cajón, con una mesa, con
unas palmas, con la cabeza contra la pared, con lo que sea.
No es el instrumento, es el músico. A partir de ahí
pasa lo que pasa, que ya se va en dirección contraria
y en vez de ayudar... La percusión se supone que es
una ayuda y un soporte, pero nunca tiene que ser lo contrario.
Y muchas veces se recarga demasiado sin sentido. Y lo que
se hace es estropear cuando no hace falta. También
es el efecto del juguete nuevo del niño y abusas de
él al principio, hasta que te das cuenta y ya lo pones
en su sitio”.
Y es que como las ‘normas’ se están haciendo,
las críticas a los excesos no han faltado. Han venido
sobre todo del baile, de quienes defienden las formas clásicas.
La bailaora Matilde Coral, defensora a ultranza de lo que
denomina escuela sevillana de baile andaluz, afirma que “el
exceso de cajón ahoga al baile, pero el bailaor está
cómodo, no aprieta y dura más que un martillo
en manteca”. Esa percusión, muchas veces, “no
es más que para tapar”. Y se culpa, en cierto
modo, de estos excesos: “Yo monté hace muchos
años un martinete y el que me tocaba el yunque era
Manolito Soler. Él era bailaor, pero empezó
a sonarme y, como tenía ese sentido musical tan grande,
se fue embalando... Vamos, que he tenido yo la culpa también”.
En este planteamiento la acompaña el bailaor Manolo
Marín que matiza, tajante, que “ahora todo es
percusión: ton tocontóm tocotóm. No hay
momentos musicales en el flamenco, sino que ahora es todo
cajón y espectacularidad. A veces parece que, en vez
de flamenco, es africano, con tambores y yembés”.
Pero al final los propios especialistas en cajón son
quienes ponen las cosas en su sitio. Mario
Cortés, luthier de los cajones flamencos más
afamados, tiene una máxima: “No con tocar más
fuerte va a sonar más ni mejor, lo que va a hacer es
molestar”. Como no es sólo fabricante de cajones,
sino también guitarrista, tiene clara la posición
musical del instrumento: “Hay que limitarse a, según
lo que se escucha, acompañar en esa postura, en esa
densidad de volumen... sólo entonces estará
en su sitio un cajón”. Por eso no duda en reconocer
“cuando está de más un cajón”.
¿La clave? “Limitarse a acompañar”.
Mario y Tomasito (foto Daniel Muñoz) |
revista@flamenco-world.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario